No tenía muchas esperanzas de sacar nada interesante; el cielo estaba limpio, demasiado limpio, sin rastro de nubes.
Coger el coche, subir a Iturriotz y, a paso ligero hasta la cima de Gazume. Ahí mi sorpresa cuando veo que al Oeste las nubes bailan al son del viento, dibujando increíbles formaciones.
Antes de que el sol bajara por completo se me ocurrió hacer unos autorretratos, por una parte para completar la escasísima colección de fotografías de mí mismo que dispongo en el abultado archivo de miles de imágenes, y por otra para meter algún elemento en el paisaje, para que no sea todo cielo.